2/02/2012

Hechos tocantes al difunto Arthur Jermyn y su familia



   Primero, haré una breve introducción sobre Lovecraft. Howard Phillips Lovecraft (Providence, Rhode Island, 1890-1937), también poeta y ensayista, es considerado, por la maestría de sus relatos, el gran renovador de la literatura de terror en el siglo XX. Incorporó una mitología propia, los mitos de Cthulhu (oh, gran Señor), que sigue siendo desarrollada por otros autores y que transformó el miedo gótico de fantasmas en un espanto concebido a través de criaturas y lugares inspirados en la fantasía y la ciencia-ficción: él lo denominó “horror cósmico”.

Solitario y depresivo, agobiado por problemas económicos y de salud, Lovecraft popularizó sus historias a través de revistas “amateur” y “pulp”, como la mítica “Weird Tales”, pero no conoció en vida la prosperidad literaria (al igual que tantos otros). Sí estableció sólidos vínculos intelectuales y epistolares con otros escritores, que usaron en sus obras elementos de la literatura lovecraftiana y que constituyeron el llamado Círculo de Lovecraft. Cuando murió, sin haber publicado un solo libro, crearon la editorial Arkhan House para difundir su obra. Desde entonces, es junto con Edgar Allan Poe el referente ineludible de la literatura de terror.

   Y ahora, transcribiré una de sus historias, “Hechos tocantes al difunto Arthur Jermyn y su familia”, que está entre mis preferidas.  Así que para quien le apetezca…
                                                  Parte I



   La VIDA es algo terrible, y tras el telón de lo conocido asoman atisbos de demoníaca verdad que la hacen a veces infinitamente más temible. La ciencia, ya opresiva de por sí con sus estremecedoras revelaciones, puede resultar quizás el definitivo exterminador de las especies humanas –si varias especies somos–, ya que sus reservorios de inesperados horrores no podrían ser soportados por los cerebros humanos en caso de desencadenarse sobre la tierra. De saber lo que somos, podríamos hacer lo mismo que sir Arthur Jermyn; y Arthur Jermyn se empapó en gasolina y prendió fuego a sus ropas una noche. Nadie guardó los restos carbonizados en una urna ni realizó memoriales en su honor, ya que fueron descubiertos ciertos papeles y cierto objeto en una caja, lo que llevó a los hombres el deseo de olvidar. Algunos de quienes lo conocieron no admiten que haya existido jamás.
   
   Arthur Jermyn salió al páramo y se prendió fuego tras ver el objeto en la caja que había llegado de África. Fue ese objeto y no su peculiar apariencia personal lo que lo llevó a quitarse la vida. A muchos les hubiera disgustado poseer las peculiares facciones de Arthur, aunque él fue un poeta y un erudito y nunca paró en esas mientes. Llevaba la erudición en la sangre, ya que su bisabuelo, sir Robert Jermyn, baronet, fue un reputado antropólogo, y su tatarabuelo, sir Wade Jermyn, uno de los primeros exploradores de la zona del Congo, habiendo escrito tratados sobre sus tribus, animales y supuestas reliquias. De hecho, el viejo sir Wade había estado dotado de un celo intelectual que degeneró casi en manía; sus extravagantes conjeturas sobre una prehistórica civilización blanca congoleña lo cubrieron de ridículo cuando fue publicado su libro Observaciones sobre las diversas partes del África. En 1765 este indomable explorador había sido ingresado en un manicomio de Huntingdon.
  
   La locura acompañaba a todos los Jermyn, y la gente se alegraba de que fueran escasos. El linaje no dio lugar a ramas, y Arthur resultó el último de todos. De no haber sido así, no se sabe qué podría haber hecho con el objeto que le llegó. Los Jermyn nunca resultaron demasiado normales…, algunos eran deformes, aunque Arthur era el peor de todos, y los viejos retratos de familia de Jermyn House mostraban facciones regulares antes de sir Wade. Sin duda, la locura comenzó con sir Wade, cuyas extrañas historias africanas eran a un tiempo delicia y terror de sus escasas amistades. Se insinuaba en su colección, que reunía trofeos y especímenes que no eran como los que un hombre normal acostumbra a reunir y conservar, y se hizo patente con la reclusión oriental a la que sometió a su esposa. Esta última, según él mismo contaba, era hija de un traficante portugués que había encontrado en África, y no gustaba del estilo de vida inglés. Ella, con un retoño nacido en África, lo había acompañado de vuelta al segundo y más largo de sus viajes, y había partido con él en el tercero y último, esta vez para no volver. Nunca nadie la había visto, ni siquiera los criados, ya que su carácter era violento y peculiar. Durante su breve estancia en Jermyn House ocupó un ala apartada y había sido exclusivamente atendida por su esposo. Sir Wade resultaba, sin duda, de lo más curioso en sus atenciones respecto a su familia, ya que cuando volvió de África no permitió que nadie sino una espantosa negra guineana atendiera a su hijo. De vuelta, tras la muerte de la señora Jermyn, asumió por completo el cuidado de su hijo.
   
   Pero eran las palabras de sir Wade, especialmente cuando bebía, la causa principal que lo llevó a ser considerado un loco por sus  amigos. En una época racionalista como el siglo XVIII, resultaba de necios el que un hombre de ciencia divagase sobre extravagantes visiones y extrañas escenas bajo la luz del Congo; sobre gigantescas murallas y columnas de una ciudad perdida, desmoronadas y cubiertas de lianas; y sobre peldaños de piedra, húmedos, silenciosos, descendiendo sin fin hacia la oscuridad de abismales criptas repletas de tesoros e inconcebibles catacumbas. Especialmente insensato resultaba el desvarío sobre los seres vivos que pudieran haber habitado tal sitio: criaturas mitad selváticas y mitad pertenecientes a esa ciudad de edad impía…, criaturas fabulosas que el propio Plinio hubiera mencionado con escepticismo; seres que pudieran haber nacido luego que los grandes monos asolaran la moribunda ciudad de las murallas y las columnas,  las bóvedas y las extrañas tallas. Aun después de volver a casa por última vez, sir Wade era capaz de hablar sobre tales asuntos con un realismo estremecedoramente extraño, sobre todo tras despachar su tercer vaso en el Knight’s Head; jactándose de lo encontrado en la jungla y de cómo había vivido entre ruinas terribles tan sólo conocidas por él. Y por último contaba acerca de aquellos seres vivos en una forma que provocó su ingreso en el manicomio. Había mostrado poco pesar al ser encerrado en la alcoba con rejas de Huntingdon, ya que su mente funcionaba de singular manera. Desde que su hijo salió de la infancia había ido gustando cada vez menos del hogar, hasta que al final parecía temerlo. El Knight’s Head había sido su cuartel general, y cuando fue recluido expresó cierta gratitud, como si eso sirviese para protegerlo. Tres años más tarde murió.

   El hijo de Wade Jermyn, Philip, resultó un personaje de lo más peculiar. A pesar del gran parecido físico con su padre, su apariencia y comportamientos resultaban en multitud de facetas tan groseros que acabó siendo rehuido por todos. Aunque no heredó la locura que tantos temían, era verdaderamente estúpido y dado a cortos lapsos de violencia incontenible. Era frágil de cuerpo, pero muy fuerte y dotado de increíble agilidad. A los veinte años de recibir el título se casó con la hija de su guardabosques, alguien de quien se decía tenía sangre gitana, pero antes de nacer su hijo, se enroló en la armada como marinero raso, completando el disgusto general que sus hábitos y casorio habían comenzado. Tras el fin de la guerra americana se corrió el rumor de que estaba de marinero en un mercante de la ruta africana, habiéndose hecho reputación de hombre fuerte y buen gaviero, pero al fin desapareció en una noche en que su barco se hallaba fondeado frente a la costa del Congo.

   La ahora aceptada característica familiar tuvo un giro extraño fatal en el hijo de sir Philip. Alto y apuesto, con una especie de exótica gracia oriental, a pesar de una ligera desproporción, Robert Jermyn comenzó su vida como estudioso e investigador. Fue el primero en estudiar científicamente la gran colección de restos que su loco abuelo había recogido en África, y el que hizo del nombre familiar algo tan reputado en etnología como en exploración. En 1815 sir Robert se casó con una hija del séptimo vizconde de Brightholme y posteriormente fue bendecido con tres hijos, de los cuales el mayor y el menor jamás fueron mostrados en público a causa de sus deformidades físicas y mentales. Entristecido por ese infortunio familiar, el científico buscó alivio en el trabajo y realizó dos largas expediciones al interior de África. En 1849 su segundo hijo, Nevil, un personaje singularmente repulsivo que parecía combinar la hosquedad de Philip con la altanería de los Brightholme, se fugó con una vulgar bailarina, pero obtuvo el perdón a su regreso el año siguiente. Volvió a Jermyn House como viudo y con un hijo pequeño, Alfred, que un día sería el padre de Arthur Jermyn.

   Los amigos dicen que fue esa serie de reveses lo que desquició la mente de sir Robert Jermyn, aunque probablemente fue un retazo de folclore africano lo que desencadenó el desastre. El envejecido erudito había estado recopilando leyendas de las tribus Onga, cerca de donde él y su abuelo habían llevado a cabo sus exploraciones, esperando corroborar de algún modo los extravagantes informes de sir Wade acerca de una ciudad perdida habitada por extrañas criaturas híbridas. Cierta consistencia en los extraños escritos de su antepasado sugerían que la imaginación del demente podía haberse visto estimulada por mitos nativos. El 19 de octubre de 1852 el explorador Samuel Seaton se presentó en Jermyn House con un manuscrito de notas recogidas entre los ongas, creyendo que cierta leyenda sobre una ciudad gris de monos blancos regidos por un dios blanco podía interesar al etnólogo. Durante su conversación suministró sin duda detalles adicionales, pero tales nunca pudieron ser conocidos, ya que una espantosa serie de tragedias se desencadenó de repente. Cuando sir Robert Jermyn salió de su biblioteca, dejaba atrás el cadáver estrangulado del explorador y, antes de que nadie puediera detenerlo, había dado muerte a sus tres hijos, los dos que nunca nadie viera y aquel que se fugó. Nevil Jermyn murió logrando preservar la vida de su propio hijo de dos años, quien aparentemente entraba en el plan de asesinato del enloquecido anciano. Sir Robert mismo, tras intentar repetidas veces el suicidio, y con una terca negativa a pronunciar sonido articulado alguno, murió de apoplejía durante su segundo año de encierro.

   Sir Alfred fue baronet antes de cumplir cuatro años, aunque sus inclinaciones nunca dieron lustre al título. A los veinte se había unido a una banda de artistas de cabaret, y a los treinta y seis abandonó mujer e hijos para viajar en compañía de un circo ambulante americano. Su final resultó truculento. Entre los animales del espectáculo con el que viajaba había un inmenso gorila de color más claro de lo normal, una bestia sorprendentemente mansa, con gran popularidad entre los cómicos. Alfred Jermyn se sentía singularmente fascinado por tal gorila, y en multitud de ocasiones se miraban el uno al otro a través de las barras interpuestas durante largos periodos de tiempo. Finalmente, Jermyn pidió y obtuvo permiso para adiestrar al animal, asombrando a espectadores y compañeros de carpa con los resultados. Una mañana en Chicago, mientras Alfred y el gorila ensayaban un combate verdaderamente inteligente de boxeo, el segundo propinó al primero un golpe más fuere de lo debido, lastimando la integridad y la dignidad del domador aficionado. De lo que aconteció, el personal del Mayor Espectáculo del Mundo no gusta de hablar.. No esperaban oír cómo sir Alfred Jermyn lanzaba un alarido estridente, inhumano, ni verlo aferrar a su desmañado antagonista con ambas manos, derribarle sobre el suelo de la jaula ni morderlo furiosamente en la peluda garganta. El gorila se hallaba desprevenido, pero no por mucho tiempo, y antes de que el verdadero domador pudiera hacer nada, el cuerpo de quien fuera baronet resultó irreconocible.

Issis.

2 comentarios:

  1. Cuando usted guste, pone la segunda parte y me quita el gusanillo de saber como termina ^o^

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  2. Jajajaja, ya la estoy pasando del libro al pc. Este fin de semana la tienes! Tal vez hoy... Muahahaha!

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