Este es un articulo de la revista "Muy interesante" del mes de Marzo 2014 escrito por Antonio Muñoz Molina.
Muchas veces damos tan por supuestas las cosas comunes que no nos hacemos preguntas sobre ellas. Uno de los rasgos mas universales de la experiencia humana hasta hace muy poco no había sido estudiado en su radical singularidad: El habito de inventar historias, la aficione por escucharlas. Por debajo de las sofisticaciones de la literatura, y del valor antropológico de los cuentos populares, esta la pregunta mas difícil, que es la de la razón de que los seres humanos , en todas las culturas del mundo y todas las edades de la vida, cuenten y atesoren ficciones. Está clara la utilidad práctica de transmitir conocimientos y experiencias mediante el lenguaje, que sin duda fue una de las grandes ventajas evolutivas de nuestra especie. ¿Pero de qué sirve saber algo que no existe? y ¿Por que cualquier persona, salvo las que tienen ciertos trastornos cerebrales, se siente atraída automáticamente por el suspense de una historia, sea incapaz de resistir la necesidad de saber lo que pasa continuación? Somos muy pocos los que nos dedicamos profesionalmente a la invención literaria y algunos más los aficionados a alimentarse de ella mediante la lectura, pero millones de personas que nunca le leerán una novela dedican horas y horas cada día perderse en las narraciones laberínticas de los videojuegos, en los en los que se ven sumergidos visual y sonoramente en mundos ficticios, o que se quedan pegadas cada tarde a los culebrones de la televisión o siguen durante años a personajes de series eternas, y acaban sintiendo que los conocen con un grado de intimidad e identificación emocional que no siempre es menor al que los une a sus semejante reales.Somos tan congenitamente narradores que inventar ficciones es lo único que seguimos haciendo cuando nos quedamos dormidos. Cerramos los ojos, desconectamos el mundo exterior, y poco después nuestros globos oculares empiezan a moverse sin sosiego bajo los párpados, y eso es el índicio de que estamos entrando en una fase de sueños intensos, historias que inventamos sin darnos cuenta, mezclando imágenes y sensaciones de la realidad con hechos fantásticos, aceptando con toda normalidad la mezcla de lo posible y de lo imposible. Poca gente lee y mucha menos escribe, pero todos somos de noche nadadores, guionistas, directores de cine, de ese cine que los mayores llaman tan poeticamente cuando éramos niños el de las sábanas blancas.
El gran Steven Pinker, en su extraordinario "Cómo funciona la mente", propuso una explicación: necesitamos ficciones para vivir en ellas virtualmente, y por lo tanto sin peligro, situaciones posibles de la vida, y prepararnos de antemano para responder a ellas si se nos presentan, igual que un aspirante a piloto se prepara no en un avión real, lo que seria muy arriesgado para el y para algunos de sus semejantes, sino simulador de vuelo. Porque estamos neuronalmente equipados para la empatía, nuestro cerebro se activa de manera semejante al vivir nosotros mismos algo y al verlo vivido por otros. Si se nos llenan los ojos de lágrimas cuando estamos junto a alguien que los tiene enrojecidos, o si no podemos resistir la risa en medio de un grupo de gente que ríe, también podemos experimentar la maravilla y el sufrimiento del amor en una historia inventada, y sentir intensamente el miedo o el coraje leyendo "Guerra y Paz" o asistiendo a una de esas películas de acción que ya son videojuegos ampliados.
Jonathan Gottschall va más lejos en un libro reciente, "The storytelling animal": Somos menos animales racionales qué animales narradores, y la prueba del caracter innato de esta condición está no sólo que se la puede encontrar en cada uno de nosotros, sino además en que todos, en todas partes, contamos más o menos las mismas historias. Resulta que no hay nada más limitado que la fantasía: De lo que tratan los cuentos que inventan los niños en una guardería es de lo mismo que los antiguos poemas épicos y las narraciones orales de las comunidades mas primitivas. Inventamos historias de búsquedas, de pérdidas, de viajes, de heroes que se enfrentan a monstruos o humanos malvados. Inventamos y escuchamos historias de amor, de muerte y de poder. Que el vehículo se una voz junto al fuego, una hoja de papel impreso, una tablilla cuneiforme, una pantalla de ordenador portátil, resulta del todo secundario.
Me ha gustado este artículo. Gracias por subirlo :3 Y lo de animales narradores, genial xD
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